domingo, 20 de julio de 2014

curriculum

Nací en Ágreda (Soria) el 11 de enero de 1935, perteneciente entonces a la diócesis de Tarazona.







Vida de Seminario.- A los 10 años de edad, curso 1945-1946, comencé los estudios sacerdotales -el curso primero de Humanidades- en Ágreda, en una llamada Preceptoría. El Párroco de San Miguel de entonces, D. Fermín Ibáñez, nos daba las clases de este primer curso sólo por verdadero celo sacerdotal, a 4 ó 5 chavales, de los que sólo yo llegué al sacerdocio. Mi recuerdo y agradecimiento, una vez más, a mi querido D. Fermín.
Para realizar el curso 1946-1947 -2º curso de latín-, bajé ya al Seminario de Tarazona, el Seminario Conciliar de San Gaudioso. Al acabar el curso -7 de junio de 1947- tuvo lugar la Coronación Canónica de la Virgen de los Milagros. Y tuve la dicha de poder llevar en una peana la Corona preciosa de la Virgen.
En el Seminario de Tarazona, pues, cursé esos cuatro cursos de Humanidades restantes, tres cursos de estudios filosóficos y tres de Teología. Para el curso 4º de Teología -curso 1956-1957-, tuve que pasar forzosa e incongruentemente al seminario de El Burgo de Osma, por el cambio de límites de diócesis operado el 1 de enero de 1956, en mi opinión medida arbitraria, poco afortunada y en contra de la historia, anticipo luctuoso tal vez de lo que había de venir con las incongruentes autonomías políticas posteriores: con ello, probablemente, se rompió una primera lanza, en favor de tanta división y rupturas españolas que habían de venir.
En la historia cristiana de la Villa, Ágreda siempre perteneció a la diócesis de Tarazona, aun en contra de las apetencias de Alfonso VII, el Emperador ( 1105-1157), frente a su padrastro Alfonso I, el Batallador, que fue el rey que nos reconquistó (h. 1119).
El obispo de Tarazona de cuando el cambio de límites de diócesis (1956), Don Manuel Hurtado García, de grato recuerdo, -uno de los tres obispos, que me han querido bien- intentó, por todos los medios, que continuase y me quedase en la diócesis de Tarazona (a 20 kms. de Ágreda, y no fuera a la de Osma, a 110 kms.).
[El Nuncio de Su Santidad, durante cuyo mandato se llevó a cabo el cambio de límites de la diócesis fue: Ildebrando Antoniutti, arzobispo de Sínnada de Frigia, de 21-X-1953 a 19-III 1962, para recuerdo y memoria ‘non grata’ de nuestras gentes.
Y para la estimación de los resultados de esta medida de cambios de límites de diócesis, se podía traer la misma frase que Espronceda pronunció para la evaluación de las desamortizaciones de España: “Con ellas, los ricos se hicieron más ricos, y los pobres más pobres”. Las diócesis humanamente más poderosas y ricas se hicieron más ricas y mejores; y las humanamente menos sobresalientes, se empobrecieron más y menguaron más. Y se rompió para siempre la tradición de muchos siglos, por parte de la Iglesia, amiga siempre de las tradiciones y de la secular normalidad, que es la que cría moho.
En el año en que estamos actualmente, en 2014, todavía ‘no nos encontramos’ en la nueva diócesis, ni todavía nos sentimos oxomenses: no hemos entrado todavía en la diócesis de Osma; ni esa nueva diócesis ha entrado en «Ágreda y su Tierra». No hemos criado todavía moho. Está muy lejos todavía El Burgo de Osma frente a Tarazona. Parece mentira e inverosímil, pero la sierra del Madero marca una divisoria natural de nuestra tierra, que no logra vencer el tiempo.
Digo lo que digo, por lo menos, para que se sepa. Y todavía confiamos y esperamos, contra toda esperanza, volver otra vez, sin tardar mucho, a Tarazona, por ser lo normal y natural]
Pienso, además, que, en este hecho histórico de cambios de límites de diócesis en estos tiempos (1957), se lesionaron varios derechos humanos personales y de sentido común, a pesar de las protestas mismas de los obispos del momento. El obispo Rubio Montiel, por ejemplo, expuso su desacuerdo en carta dirigida a instancias superiores, haciendo ver el gran perjuicio que se causaba a la Diócesis de Osma con dichos Decretos, al perder la parte burgalesa que era la más poblada y productiva; pero no fue atendida su petición (Celtiberia, nº 91, p. 38)].

Incluso, D. Manuel Hurtado, obispo de Tarazona, llegó a anticiparme la Clerical Tonsura (17-XII-1955), para que permaneciera en Tarazona. Y me otorgó las Órdenes Sagradas Menores de Ostiario y Lectorado, el 19-II-1956; y, posteriormente, las otras dos Órdenes Menores.
En el curso de 1956-1957, se me otorga el Subdiaconado y Diaconado en El Burgo de Osma. Y, al acabar el 4º curso de Teología, y carecer de la edad reglamentaria para el Presbiterado, se pidió, desde el obispado de El Burgo a Roma, la dispensa de edad de 16 meses, ordenándome "para el servicio de la Diócesis".
Así, pude recibir el Presbiterado, el día 13 de octubre de 1957, de manos de Mons. Saturnino Rubio, otro de los tres obispos que me han estimado; y pude cantar la Primera Misa en la Basílica de la Virgen de los Milagros, el día 15 del mismo mes y año, día de Santa Teresa de Jesús. Y, al día siguiente, celebré la segunda Misa en el Convento de la Venerable, o de las Concepcionistas.

Evaluación de los estudios.- En el Seminario de Tarazona, en los 5 años de Latín y Humanidades, alcanzó la nota media de Notable -era en edad el más jovencito de los compañeros del curso-. En los tres cursos de Filosofía, obtuvo la misma media. Y de los tres de Sagrada Teología: en el 2º curso obtuvo premio "Optime meritus ac Accessit II"; y en el 3º, premio "Optime meritus ac Accessit". En el Seminario de El Burgo de Osma, en el curso de 1956-1957, y 4º de Teología, obtuvo de nota media Notable Alto.
En el Seminario de Tarazona, existía la costumbre de celebrar por todo lo alto, en el Seminario Mayor y Salón de Actos, en la víspera de la Fiesta de Santo Tomás de Aquino -entonces se celebraba esta Fiesta el día 7 de marzo- la defensa de una Tesis o Lectio Pública, Teológica o Filosófica, alternando, bajo la tutela y supervisión del Profesor correspondiente, y ante todo el claustro de Profesores. La exposición se hacía en lengua latina, por parte de un alumno elegido por el Profesor; y otros dos alumnos, también elegidos en otros cursos, argumentaban en contra de la tesis defendida, con argumentos, realizados ‘modo o more scholastico’.
En el curso 2º mío de Teología, el canónigo, M. I. D. Francisco Lacueva, me encargó a mí defender la Tesis académica de Mariología: De debito contrahendi peccatum originale in Inmaculata Virgine María. Es la clásica cuestión denominada del “débito”. La Virgen María fue Inmaculada por haber sido preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano. Pero, no sólo fue preservada de incurrir en pecado original, sino incluso de la obligación o el débito de incurrir en él, o sea , liberada “a debito debiti”.
[Posteriormente, advertí que la Venerable, en su MCD, aunque no trata directamente esta cuestión, sin embargo, J. Ximénez Samaniego, su primer biógrafo y anotador oficial de la Obra, afirmó que Sor María no reconoce ningún «débito» propiamente dicho en María, ni próximo, ni remoto, que era lo que se discutía por algunos mariólogos de su tiempo (nota 23)]

Estudios civiles y Ejercicio.- En el año 1958, estando de sacerdote en Bliecos, mi primer pueblo, me presenté a la Reválida de 6º, o examen de Grado del Estado, en el Instituto «A. Machado», de Soria. En el año 1959, hice el Curso Preuniversitario, en la Universidad de Zaragoza. Y, en el año 1970, comencé a cursar estudios superiores universitarios, y me licencié en Filosofía y Letras, Sección de Historia, en la misma Universidad (1965-1970), con 10 Sobresalientes, 15 Notables y 4 Aprobados, sin incluir Religión, Formación Política y Educación Física. El 1 de julio de 1979, tras las debidas oposiciones, recibió el título de Profesor Agregado de Bachillerato, de Lengua y Literatura españolas.
Ejercí 21 años de Profesor, en el Instituto "Castilla" de 2ª Enseñanza de Soria (1971-1992); más tres cursos en el Instituto "Margarita de Fuenmayor", de Ágreda (1992-1995), tras haber sufrido una angina de pecho. Y el 31 de Agosto de 1995, se me concedió la "Jubilación Voluntaria", a los 60 años de edad, en conformidad con la Disposición Transitoria Novena de la Ley Orgánica 1/1990, de 2 octubre de Ordenación General del Sistema Educativo (L.O.G.S.E.).

Otros títulos.- El 16 de julio de 1983, recibí el título, muy honroso para mí, premio "Pluma de Oro de la Venerable".
Pertenecí a la antigua "Comisión Diocesana de Arte Sacro", de Osma-Soria. A ésta sucedió e incorporó la "Comisión Diocesana del Patrimonio Cultural". Y, desde el 30 de octubre de 1982, pasé también a ser vocal de la misma.
Soy miembro numerario del Centro de Estudios Sorianos (C.S.I.C.)




Cargos Pastorales.- Mi primer nombramiento y cargo pastoral lo ejercí (1957-1958), en Bliecos (localidad soriana de unos 100 habitantes, entonces), y Nomparedes de parecida población, como Cura Ecónomo. Servía esos dos pueblecitos andando; y para llegar a ellos, desde Ágreda, tenía que ir por Soria, a coger un autobús pequeño que me dejaba en Gómara. Y, desde allí, andando siempre, tenía que llegar a Castil de Tierra, y seguir por un camino hasta Bliecos. Creo que a aquel coche lo llamaban "el Habanero". Me hizo la presentación en Bliecos (denominado "pequeño Belén soriano"), D. Marcelino Lenguas, Arcipreste renombrado de Gómara. La noche de 5 de enero, presenciaron aquí los niños y el pueblo, la primera Cabalgata de Reyes.
De 1958-1960 ejercí de Cura Ecónomo en Alcubilla de Avellaneda -"de más de 150 vecinos"-, con Zayas de Báscones y Zayuelas. El 2 de noviembre de 1959 se me cambian los dos anejos anteriores por el pueblo de Alcoba de la Torre. Tomé posesión de Alcubilla el día de la Inmaculada de 1958. Aquí, puse Cine Parroquial, en combinación con el encargado de esto en el Arzobispado de Burgos. Puse también bancos en toda la iglesia, y otras mejoras en la parroquia de la Magdalena.
El 8 de octubre de 1960, fui nombrado Cura Ecónomo de la parroquia de San Pedro Manrique, y fui también el Arcipreste. Aquí, en San Pedro Manrique fundé una Academia Parroquial, en la que recibieron ‘enseñanzas medias’ una treintena de alumnos -chicos y chicas-, que, de otra manera no hubieran conseguido el Bachillerato Elemental de cuatro años, de entonces. También realicé la obra de la Casa Parroquial, con salones para esos estudios, puse la primera televisión del pueblo, bar, futbolines y juegos para los niños, taller de costura para las mujeres, biblioteca. Entonces había felizmente coche de línea entre Ágreda y San Pedro, empresa Hernández; pero desapareció.
Tenía que asistir yo al pueblo de Taniñe como anejo, e iba en taxi. Los pueblos de la Ventosa de San Pedro y Palacio los llevaba el Coadjutor, que iba a caballo. Posteriormente, se añadieron los servicios de Buimanco y Valdemoro, y Matasejún. Hubo tiempo en que estuvimos residiendo en San Pedro Manrique tres sacerdotes para atender a un montón de pueblos.
Aquí estuve hasta 1964, en que enfermó gravemente mi madre; y el obispo D. Saturnino, con buen criterio, quiso que me trasladara a Ágreda -aunque ella no moriría hasta 1972-, como Coadjutor de "Los Milagros"; estuve aquí en mi pueblo, desde 1964 hasta finales de 1965. En este año, se celebró en la Villa, por todo lo alto, el III Centenario de la Muerte de la Madre Ágreda (1665-1965). En este último año, fundé en la Villa la "Hoja de la Comunidad Cristiana.- Ágreda". Ejercí también aquí la docencia de Bachillerato en la Academia Parroquial, hasta que comenzó a funcionar el Colegio Libre Adoptado, anterior al I.E.S. "Margarita de Fuenmayor".
De 1965 a 1970, realicé los estudios universitarios. Y, ya a partir de 1968 hasta 1985, en domingos y festivos, atendí sucesivamente los servicios religiosos de Dévanos, de Aldehuela y Fuentes de Ágreda, y de Añavieja.
El 8 de noviembre de 1969, hasta finales de 1970, se me añade de nuevo el cargo de Coadjutor de la Parroquia de "Los Milagros". En ese tiempo, se dieron clases de adultos en la Casa Parroquial de San Juan. También atendí los Círculos de Estudio de los Hombres de A.C., que seguían un Plan de Formación-Acción de Apostolado Rural. Y, como fruto de la materia de cooperativismo estudiado, entonces en boga, se trata de la implantación en la Villa de la Caja Rural.
De 1985 a 1993, ocupé el cargo de Capellán de las MM. Concepcionistas de Ágreda, los Domingos y Festivos, nombrado por el obispo José Diéguez Reboredo (1984-1987), que fue para mí un tercer obispo que me quiso y estimó. [A esos Tres Obispos: D. Manuel Hurtado García,de Tarazona; D. Saturnino Rubio Montiel y D. José Diéguez Reboredo, de Osma-Soria, les dediqué uno de los libros escritos por mí, que más estimo, «Aproximación histórico-literaria a la ‘Mística Ciudad de Dios’».
«Pero de 1993 a 1997, el nombramiento de Capellán, ya no fue sólo de Domingos y Festivos, sino de continuo, o de todos los días. Y se interrumpe dicho nombramiento durante dos años (desde el 19 de junio de 1997 a 3 de noviembre de 1999), por el estado de mi vista y visión, operaciones de cataratas, desprendimiento de retina y revisiones oculares. Estuve casi dos años sin poder trabajar en el despacho. Hoy, miro con agradecimiento a la Venerable, por el estado satisfactorio que experimento en la visión. Y lo atribuyo a su intervención e intercesión, y acierto de los doctores.
En abril de 1986, salió el número ‘0’ de "La Voz de Ágreda", órgano de las Cofradías agredanas; y que llegó hasta el número 54, en enero de 1994, bajo mi dirección.
El 20 de mayo de 1989, tuvo lugar el traslado y colocación del Cuerpo incorrupto de la Venerable, de la Tribuna a la iglesia conventual; y tuve la suerte de actuar en ella con el nombramiento episcopal de Notario para el acto. Y todo el afer de esta efemérides histórica, lo reflejamos en el “Boletín de la Venerable” -fundado por nosotros-, número 4, agosto de 1989; en “La Voz de Ágreda”, número 22, junio-julio de 1989; y “Cuadernos Agredanos”, número 2, p. 157, y número 3, p. 7.
El 3 de noviembre de 1999, se me renueva el cargo, por segunda vez, de Capellán de las Concepcionistas hasta el 1 de febrero de 2002, en que pedí el cese, por razones graves y serias; y que ahora no conviene que las exprese aquí todavía, públicamente, porque quedarían al descubierto algunas personas. Como es debido, le hablé clarito a la Madre Abadesa de entonces, en carta de 6 de enero de 2002, que completaba otra anterior de 27 de noviembre de 2001. E, igualmente, comuniqué las propias razones al obispo Francisco Pérez González. Una y otro aceptaron el hecho, pero no hubo reacción ahora, como no la hubo tampoco antes, en que sí había tiempo y oportunidad de haber actuado contra los intrusismos sufridos en la capellanía, denunciados y no corregidos. Porque las cosas y reacciones hay que tomarlas a su tiempo; no cuando se han extendido demasiado o se han hecho viejas.
[Pero tengo que agradecer al obispo Francisco Pérez un gesto que tuvo conmigo, y que le honra: al dejar yo la capellanía de la Concepción (2002), y mientras se me concedían u ofrecían otros posibles servicios diocesanos, me señaló y encomendó de momento -y mientras tanto-, como «missio» diocesana mía, y como signo de comunión con mi obispo, seguir trabajando, investigando y escribiendo sobre la Venerable. Esto me alivió mucho en aquella circunstancia crítica y difícil para mí. Pero este gesto no lo vi, ni lo encontré ya, ni se me confirmó por el Obispo sucesor D. Vicente, porque creo que no hablé personalmente nada con él, durante los dos años y diez días que duró su mandato en la diócesis]
El 30 de junio de 2002, recibo la siguiente nota escueta de la Administración Diocesana: "Al tener conocimiento la Administración Diocesana de su cese en el servicio religioso a la Comunidad de MM. Concepcionistas, le ha parecido correcto también suspender la pequeña gratificación que por este servicio recibía". Para entender esto, algunas de las discriminaciones experimentadas en la diócesis, y hasta, últimamente, presuntos extrañamientos, piénsese que se me priva ahora, con esta orden, de una gratificación mensual ridícula de 2.000 pts., o, lo que es lo mismo, de 12 € mensuales, que era todo lo que yo cobraba mensualmente en estos últimos nueve años.
De 1985 a 1993, por mis servicios religiosos a las Concepcionistas, que eran solamente los de los Domingos y Festivos, se me obsequiaba únicamente con 2.000 pts. mensuales: o sea 500 pesetas al mes, al ser cuatro los domingos del mes.
[Esta retribución es la establecida por el Obispo Diéguez, retribución que no cambiaría habiendo cambiado los servicios desempeñados posteriormente, con los obispos siguientes].
En efecto, desde 1993 en adelante hasta el cese (2002), por el servicio de Capellán Oficial de todos los días, seguí recibiendo las mismas 2.000 pts. al mes, o, después, los 12 € equivalentes mensuales. Y yo jamás reclamé ni dije nada de ello. Ocurrió, pues, lo del chascarrillo aquel del banco pintado en el parque: tras largo tiempo de pintado, nadie se sentaba en él, porque se le había olvidado al encargado del ayuntamiento quitar el papel de «recién pintado».
Y pregunto, ¿por qué no se cambió la "pequeña gratificación", cuando los servicios no eran ya los mismos? Ignotum x. La única solución acertada y verdadera estuvo en callar yo, y no decir nada, ya que mis servicios sacerdotales los hacía por lo que los hacía, y no por el vil metal; y eso me bastó y satisfizo siempre. Qui potest capere, capiat.
A su tiempo, en 1982, celebré con mis condiscípulos las Bodas de Plata sacerdotales. Pero, en 2007, siendo obispo D. Vicente Jiménez Zamora, mi paisano y amigo-, me negué a asistir a celebrar oficialmente las Bodas de Oro, para mostrar mi descontento de haber sido jubilado anticipadamente y sin ninguna notificación anterior ni explicación de ello, por parte de ese Obispo; y no haber sido tratado debidamente en los últimos años sacerdotales de mi vida.
La respuesta del obispado por esa mi ausencia en ese acto, fue hacerse totalmente el sordo, y parecer no haberse enterado de ello, como si no hubiera pasado nada. No recibí de nadie -ni del Obispo- una sola palabra para querer interesarse por mi ausencia, y sobre qué es lo que había ocurrido. No hubo ningún requerimiento; tampoco nadie se cuestionó posibles porqués de lo ocurrido; hubo ausencia de palabras cercanas o de acercamiento. Al día siguiente, siguió la vida diocesana normal. Había faltado alguien a la celebración diocesana, pero no importaba: sería problema de él. Nadie se interrogó nada, ni tenía por qué. Lo normal será que alguien no asista a esas celebraciones. Y pensamos que nadie en su interior se haría ningún interrogante. Como hacía años que lo hacían tan bien conmigo, nadie podía albergar dudas interiores de comportamientos. No cabía aquí aquello de que si tu hermano tiene quejas contra ti…Pero, por Dios, no pensemos aquí, en esas cosas; ni en un posible reconocimiento de faltas en comportamientos, ni presentación de excusas; y, mucho menos todavía, en la petición de perdón. Hubo silencio total, y nada de intercomunicación. Y se dejó correr el tiempo, como ya había ocurrido antes, sin ningún cambio por parte de nadie: con total ausencia de caridad episcopal, y falta de acercamiento sacerdotal, quizá por miedo, en sacerdotes de la Villa o naturales de aquí.
Pasando adelante de lo que acabo de decir, y queriendo mostrar en buena parte la causa de tanto malestar, desasosiego y sufrimiento, no puedo dejar de recordar a los lectores, que, sin hablar palabra conmigo, Mons. Vicente Jiménez Zamora, en la "Guía Diocesana de 2005", pág. 55, nº 122, había encasquetado a mi nombre, en Servicio Pastoral, la palabra, JUBILADO, sin tener todavía la edad establecida. Y sin responder a mis requerimientos, por escrito, quedé suspenso del ejercicio de mi sacerdocio 5 años antes de tiempo, con el daño espiritual, moral y sicológico consiguiente para mi persona. Me han amargado así los últimos años de mi  vida sacerdotal.
Pero, al cumplir los 75 años de edad -la edad reglamentaria-, el 11 de enero de 2010, solicité la jubilación canónica al actual obispo Gerardo Melgar, que me la otorgó oficialmente el 25 de enero de 2010, "agradeciéndome los servicios pastorales prestados, como sacerdote de esta Diócesis de Osma-Soria". Al menos se hacía justicia esta vez, al jubilarme canónica, oficial y legalmente, a la edad establecida para todo presbítero, desmintiendo la jubilación anterior de D. Vicente.
Ahora, sí podía ya entonar con justeza, el «Nunc dimittis servum tuum, Domine, in pace».