Nací en Ágreda (Soria) el 11 de enero de 1935,
perteneciente entonces a la diócesis de Tarazona.
Vida de Seminario.- A
los 10 años de edad, curso 1945-1946, comencé los estudios sacerdotales -el
curso primero de Humanidades- en Ágreda, en una llamada Preceptoría. El Párroco
de San Miguel de entonces, D. Fermín Ibáñez, nos daba las clases de este primer
curso sólo por verdadero celo sacerdotal, a 4 ó 5 chavales, de los que sólo yo
llegué al sacerdocio. Mi recuerdo y agradecimiento, una vez más, a mi querido
D. Fermín.
Para realizar el curso 1946-1947 -2º curso de latín-, bajé
ya al Seminario de Tarazona, el Seminario Conciliar de San Gaudioso. Al acabar
el curso -7 de junio de 1947- tuvo lugar la Coronación Canónica
de la Virgen de los Milagros. Y tuve la dicha de poder llevar en una peana la
Corona preciosa de la Virgen.
En el Seminario de Tarazona, pues, cursé esos cuatro cursos
de Humanidades restantes, tres cursos de estudios filosóficos y tres de
Teología. Para el curso 4º de Teología -curso 1956-1957-, tuve que pasar
forzosa e incongruentemente al seminario de El Burgo de Osma, por el cambio de
límites de diócesis operado el 1 de enero de 1956, en mi opinión medida
arbitraria, poco afortunada y en contra de la historia, anticipo luctuoso tal
vez de lo que había de venir con las incongruentes autonomías políticas
posteriores: con ello, probablemente, se rompió una primera lanza, en favor de
tanta división y rupturas españolas que habían de venir.
En la historia cristiana de la Villa, Ágreda siempre
perteneció a la diócesis de Tarazona, aun en contra de las apetencias de
Alfonso VII, el Emperador ( 1105-1157), frente a su padrastro Alfonso I, el
Batallador, que fue el rey que nos reconquistó (h. 1119).
El obispo de Tarazona de cuando el cambio de límites de
diócesis (1956), Don Manuel Hurtado García, de grato recuerdo, -uno de los tres
obispos, que me han querido bien- intentó, por todos los medios, que continuase
y me quedase en la diócesis de Tarazona (a 20 kms. de Ágreda, y no fuera a la
de Osma, a 110 kms.).
[El Nuncio de Su Santidad, durante cuyo mandato se llevó a
cabo el cambio de límites de la diócesis fue: Ildebrando Antoniutti, arzobispo
de Sínnada de Frigia, de 21-X-1953 a 19-III 1962, para recuerdo y memoria ‘non grata’ de nuestras gentes.
Y para la estimación de los resultados de esta medida de
cambios de límites de diócesis, se podía traer la misma frase que Espronceda
pronunció para la evaluación de las desamortizaciones de España: “Con ellas, los ricos se hicieron más ricos,
y los pobres más pobres”. Las diócesis humanamente más poderosas y ricas se
hicieron más ricas y mejores; y las humanamente menos sobresalientes, se
empobrecieron más y menguaron más. Y se rompió para siempre la tradición de
muchos siglos, por parte de la Iglesia, amiga siempre de las tradiciones y de
la secular normalidad, que es la que cría moho.
En el año en que estamos actualmente, en 2014, todavía ‘no
nos encontramos’ en la nueva diócesis, ni todavía nos sentimos oxomenses: no
hemos entrado todavía en la diócesis de Osma; ni esa nueva diócesis ha entrado
en «Ágreda y su Tierra». No hemos criado todavía moho. Está muy lejos todavía El
Burgo de Osma frente a Tarazona. Parece mentira e inverosímil, pero la sierra
del Madero marca una divisoria natural de nuestra tierra, que no logra vencer
el tiempo.
Digo lo que digo, por lo menos, para que se sepa. Y todavía
confiamos y esperamos, contra toda esperanza, volver otra vez, sin tardar
mucho, a Tarazona, por ser lo normal y natural]
Pienso, además, que, en este hecho histórico de cambios de
límites de diócesis en estos tiempos (1957), se lesionaron varios derechos
humanos personales y de sentido común, a pesar de las protestas mismas de los
obispos del momento. El obispo Rubio Montiel, por ejemplo, expuso su desacuerdo
en carta dirigida a instancias superiores, haciendo ver el gran perjuicio que
se causaba a la Diócesis de Osma con dichos Decretos, al perder la
parte burgalesa que era la más poblada y productiva; pero no fue atendida su
petición (Celtiberia, nº 91,
p. 38)].
Incluso, D. Manuel Hurtado, obispo de Tarazona, llegó a
anticiparme la
Clerical Tonsura (17-XII-1955), para que permaneciera en
Tarazona. Y me otorgó las Órdenes Sagradas Menores de Ostiario y Lectorado, el
19-II-1956; y, posteriormente, las otras dos Órdenes Menores.
En el curso de 1956-1957, se me otorga el Subdiaconado y
Diaconado en El Burgo de Osma. Y, al acabar el 4º curso de Teología, y carecer
de la edad reglamentaria para el Presbiterado, se pidió, desde el obispado de
El Burgo a Roma, la dispensa de edad de 16 meses, ordenándome "para el
servicio de la Diócesis".
Así, pude recibir el Presbiterado, el día 13 de octubre de
1957, de manos de Mons. Saturnino Rubio, otro de los tres obispos que me han
estimado; y pude cantar la
Primera Misa en la Basílica de la Virgen de los Milagros, el
día 15 del mismo mes y año, día de Santa Teresa de Jesús. Y, al día siguiente,
celebré la segunda Misa en el Convento de la Venerable, o de las
Concepcionistas.
Evaluación de los estudios.- En el Seminario de Tarazona, en los 5 años de Latín y
Humanidades, alcanzó la nota media de Notable -era en edad el más jovencito de los
compañeros del curso-. En los tres cursos de Filosofía, obtuvo la misma media.
Y de los tres de Sagrada Teología: en el 2º curso obtuvo premio "Optime
meritus ac Accessit II"; y en el 3º, premio "Optime meritus ac
Accessit". En el Seminario de El Burgo de Osma, en el curso de 1956-1957,
y 4º de Teología, obtuvo de nota media Notable Alto.
En el Seminario de Tarazona, existía la costumbre de
celebrar por todo lo alto, en el Seminario Mayor y Salón de Actos, en la
víspera de la Fiesta de Santo Tomás de Aquino -entonces se celebraba esta
Fiesta el día 7 de marzo- la defensa de una Tesis o Lectio Pública, Teológica o
Filosófica, alternando, bajo la tutela y supervisión del Profesor
correspondiente, y ante todo el claustro de Profesores. La exposición se hacía
en lengua latina, por parte de un alumno elegido por el Profesor; y otros dos
alumnos, también elegidos en otros cursos, argumentaban en contra de la tesis
defendida, con argumentos, realizados ‘modo
o more scholastico’.
En el curso 2º mío de Teología, el canónigo, M. I. D.
Francisco Lacueva, me encargó a mí defender la Tesis académica de Mariología: De debito contrahendi peccatum originale in
Inmaculata Virgine María. Es la clásica cuestión denominada del “débito”. La
Virgen María fue Inmaculada por haber sido preservada inmune de toda mancha de
culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y
privilegio, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género
humano. Pero, no sólo fue preservada de incurrir en pecado original, sino
incluso de la obligación o el débito de incurrir en él, o sea , liberada “a debito debiti”.
[Posteriormente, advertí que la Venerable, en su MCD, aunque
no trata directamente esta cuestión, sin embargo, J. Ximénez Samaniego, su
primer biógrafo y anotador oficial de la Obra, afirmó que Sor María no reconoce
ningún «débito» propiamente dicho en María, ni próximo, ni remoto, que era lo
que se discutía por algunos mariólogos de su tiempo (nota 23)]
Estudios civiles y Ejercicio.- En el año 1958, estando de sacerdote en Bliecos, mi
primer pueblo, me presenté a la Reválida de 6º, o examen de Grado del Estado,
en el Instituto «A. Machado», de Soria. En el año 1959, hice el Curso
Preuniversitario, en la Universidad de Zaragoza. Y, en el año 1970, comencé a
cursar estudios superiores universitarios, y me licencié en Filosofía y Letras,
Sección de Historia, en la
misma Universidad (1965-1970), con 10 Sobresalientes, 15
Notables y 4 Aprobados, sin incluir Religión, Formación Política y Educación
Física. El 1 de julio de 1979, tras las debidas oposiciones, recibió el título de
Profesor Agregado de Bachillerato, de Lengua y Literatura españolas.
Ejercí 21 años de Profesor, en el Instituto
"Castilla" de 2ª Enseñanza de Soria (1971-1992); más tres cursos en
el Instituto "Margarita de Fuenmayor", de Ágreda (1992-1995), tras
haber sufrido una angina de pecho. Y el 31 de Agosto de 1995, se me concedió la "Jubilación
Voluntaria ", a los 60 años de edad, en conformidad con la
Disposición Transitoria Novena de la Ley Orgánica 1/1990, de 2 octubre de Ordenación
General del Sistema Educativo (L.O.G.S.E.).
Otros títulos.- El 16
de julio de 1983, recibí el título, muy honroso para mí, premio "Pluma de
Oro de la Venerable".
Pertenecí a la antigua "Comisión Diocesana de Arte
Sacro", de Osma-Soria. A ésta sucedió e incorporó la "Comisión
Diocesana del Patrimonio Cultural". Y, desde el 30 de octubre de 1982,
pasé también a ser vocal de la misma.
Soy miembro numerario del Centro de Estudios Sorianos
(C.S.I.C.)
Cargos Pastorales.- Mi
primer nombramiento y cargo pastoral lo ejercí (1957-1958), en Bliecos
(localidad soriana de unos 100 habitantes, entonces), y Nomparedes de parecida
población, como Cura Ecónomo. Servía esos dos pueblecitos andando; y para
llegar a ellos, desde Ágreda, tenía que ir por Soria, a coger un autobús
pequeño que me dejaba en Gómara. Y, desde allí, andando siempre, tenía que
llegar a Castil de Tierra, y seguir por un camino hasta Bliecos. Creo que a aquel
coche lo llamaban "el Habanero". Me hizo la presentación en Bliecos
(denominado "pequeño Belén soriano"), D. Marcelino Lenguas,
Arcipreste renombrado de Gómara. La noche de 5 de enero, presenciaron aquí los
niños y el pueblo, la primera Cabalgata de Reyes.
De 1958-1960 ejercí de Cura Ecónomo en Alcubilla de
Avellaneda -"de más de 150 vecinos"-, con Zayas de Báscones y
Zayuelas. El 2 de noviembre de 1959 se me cambian los dos anejos anteriores por
el pueblo de Alcoba de la
Torre. Tomé posesión de Alcubilla el día de la Inmaculada de
1958. Aquí, puse Cine Parroquial, en combinación con el encargado de esto en el
Arzobispado de Burgos. Puse también bancos en toda la iglesia, y otras mejoras
en la parroquia de la Magdalena.
El 8 de octubre de 1960, fui nombrado Cura Ecónomo de la
parroquia de San Pedro Manrique, y fui también el Arcipreste. Aquí, en San
Pedro Manrique fundé una Academia Parroquial, en la que recibieron ‘enseñanzas
medias’ una treintena de alumnos -chicos y chicas-, que, de otra manera no
hubieran conseguido el Bachillerato Elemental de cuatro años, de entonces.
También realicé la obra de la Casa Parroquial , con salones para esos estudios,
puse la primera televisión del pueblo, bar, futbolines y juegos para los niños,
taller de costura para las mujeres, biblioteca. Entonces había felizmente coche
de línea entre Ágreda y San Pedro, empresa Hernández; pero desapareció.
Tenía que asistir yo al pueblo de Taniñe como anejo, e iba
en taxi. Los pueblos de la Ventosa de San Pedro y Palacio los llevaba el
Coadjutor, que iba a caballo. Posteriormente, se añadieron los servicios de
Buimanco y Valdemoro, y Matasejún. Hubo tiempo en que estuvimos residiendo en
San Pedro Manrique tres sacerdotes para atender a un montón de pueblos.
Aquí estuve hasta 1964, en que enfermó gravemente mi madre;
y el obispo D. Saturnino, con buen criterio, quiso que me trasladara a Ágreda
-aunque ella no moriría hasta 1972-, como Coadjutor de "Los
Milagros"; estuve aquí en mi pueblo, desde 1964 hasta finales de 1965. En
este año, se celebró en la Villa, por todo lo alto, el III Centenario de la
Muerte de la Madre Ágreda (1665-1965). En este último año, fundé en la Villa la "Hoja de la Comunidad Cristiana.-
Ágreda". Ejercí también aquí la docencia de Bachillerato en la Academia Parroquial ,
hasta que comenzó a funcionar el Colegio Libre Adoptado, anterior al I.E.S.
"Margarita de Fuenmayor".
De 1965 a
1970, realicé los estudios universitarios. Y, ya a partir de 1968 hasta 1985,
en domingos y festivos, atendí sucesivamente los servicios religiosos de
Dévanos, de Aldehuela y Fuentes de Ágreda, y de Añavieja.
El 8 de noviembre de 1969, hasta finales de 1970, se me
añade de nuevo el cargo de Coadjutor de la Parroquia de "Los
Milagros". En ese tiempo, se dieron clases de adultos en la Casa Parroquial de
San Juan. También atendí los Círculos de Estudio de los Hombres de A.C., que
seguían un Plan de Formación-Acción de Apostolado Rural. Y, como fruto de la
materia de cooperativismo estudiado, entonces en boga, se trata de la
implantación en la Villa de la
Caja Rural.
De 1985 a
1993, ocupé el cargo de Capellán de las MM. Concepcionistas de Ágreda, los
Domingos y Festivos, nombrado por el obispo José Diéguez Reboredo (1984-1987),
que fue para mí un tercer obispo que me quiso y estimó. [A esos Tres Obispos:
D. Manuel Hurtado García,de Tarazona; D. Saturnino Rubio Montiel y D. José
Diéguez Reboredo, de Osma-Soria, les dediqué uno de los libros escritos por mí,
que más estimo, «Aproximación
histórico-literaria a la ‘Mística Ciudad de Dios’».
«Pero de 1993
a 1997, el nombramiento de Capellán, ya no fue sólo de
Domingos y Festivos, sino de continuo, o de todos los días. Y se interrumpe
dicho nombramiento durante dos años (desde el 19 de junio de 1997 a 3 de noviembre de
1999), por el estado de mi vista y visión, operaciones de cataratas,
desprendimiento de retina y revisiones oculares. Estuve casi dos años sin poder
trabajar en el despacho. Hoy, miro con agradecimiento a la Venerable, por el
estado satisfactorio que experimento en la visión. Y lo atribuyo a su intervención e
intercesión, y acierto de los doctores.
En abril de 1986, salió el número ‘0’ de "La Voz de
Ágreda", órgano de las Cofradías agredanas; y que llegó hasta el número 54,
en enero de 1994, bajo mi dirección.
El 20 de mayo de 1989, tuvo lugar el traslado y colocación
del Cuerpo incorrupto de la Venerable, de la Tribuna a la iglesia conventual; y
tuve la suerte de actuar en ella con el nombramiento episcopal de Notario para
el acto. Y todo el afer de esta efemérides histórica, lo reflejamos en el “Boletín
de la Venerable” -fundado por nosotros-, número 4, agosto de 1989; en “La Voz
de Ágreda”, número 22, junio-julio de 1989; y “Cuadernos Agredanos”, número 2, p.
157, y número 3, p. 7.
El 3 de noviembre de 1999, se me renueva el cargo, por
segunda vez, de Capellán de las Concepcionistas hasta el 1 de febrero de 2002,
en que pedí el cese, por razones graves y serias; y que ahora no conviene que
las exprese aquí todavía, públicamente, porque quedarían al descubierto algunas
personas. Como es debido, le hablé clarito a la Madre Abadesa de
entonces, en carta de 6 de enero de 2002, que completaba otra anterior de 27 de
noviembre de 2001. E, igualmente, comuniqué las propias razones al obispo Francisco
Pérez González. Una y otro aceptaron el hecho, pero no hubo reacción ahora, como
no la hubo tampoco antes, en que sí había tiempo y oportunidad de haber actuado
contra los intrusismos sufridos en la capellanía, denunciados y no corregidos.
Porque las cosas y reacciones hay que tomarlas a su tiempo; no cuando se han
extendido demasiado o se han hecho viejas.
[Pero tengo que agradecer al obispo Francisco Pérez un
gesto que tuvo conmigo, y que le honra: al dejar yo la capellanía de la
Concepción (2002), y mientras se me concedían u ofrecían otros posibles servicios
diocesanos, me señaló y encomendó de momento -y mientras tanto-, como «missio»
diocesana mía, y como signo de comunión con mi obispo, seguir trabajando, investigando
y escribiendo sobre la Venerable. Esto me alivió mucho en aquella circunstancia
crítica y difícil para mí. Pero este gesto no lo vi, ni lo encontré ya, ni se
me confirmó por el Obispo sucesor D. Vicente, porque creo que no hablé
personalmente nada con él, durante los dos años y diez días que duró su mandato
en la diócesis]
El 30 de junio de 2002, recibo la siguiente nota escueta de
la
Administración Diocesana : "Al tener conocimiento la Administración Diocesana
de su cese en el servicio religioso a la Comunidad de MM. Concepcionistas, le
ha parecido correcto también suspender la pequeña gratificación que por este
servicio recibía". Para entender esto, algunas de las discriminaciones
experimentadas en la diócesis, y hasta, últimamente, presuntos extrañamientos,
piénsese que se me priva ahora, con esta orden, de una gratificación mensual
ridícula de 2.000 pts., o, lo que es lo mismo, de 12 € mensuales, que era todo
lo que yo cobraba mensualmente en estos últimos nueve años.
De 1985 a
1993, por mis servicios religiosos a las Concepcionistas, que eran solamente
los de los Domingos y Festivos, se me obsequiaba únicamente con 2.000 pts. mensuales:
o sea 500 pesetas al mes, al ser cuatro los domingos del mes.
[Esta retribución es la establecida por el Obispo Diéguez,
retribución que no cambiaría habiendo cambiado los servicios desempeñados
posteriormente, con los obispos siguientes].
En efecto, desde 1993 en adelante hasta el cese (2002), por
el servicio de Capellán Oficial de todos los días, seguí recibiendo las mismas
2.000 pts. al mes, o, después, los 12 € equivalentes mensuales. Y yo jamás
reclamé ni dije nada de ello. Ocurrió, pues, lo del chascarrillo aquel del
banco pintado en el parque: tras largo tiempo de pintado, nadie se sentaba en
él, porque se le había olvidado al encargado del ayuntamiento quitar el papel
de «recién pintado».
Y pregunto, ¿por qué no se cambió la "pequeña
gratificación", cuando los servicios no eran ya los mismos? Ignotum x. La única solución acertada y
verdadera estuvo en callar yo, y no decir nada, ya que mis servicios sacerdotales
los hacía por lo que los hacía, y no por el vil metal; y eso me bastó y
satisfizo siempre. Qui potest capere,
capiat.
A su tiempo, en 1982, celebré con mis condiscípulos las
Bodas de Plata sacerdotales. Pero, en 2007, siendo obispo D. Vicente Jiménez
Zamora, mi paisano y amigo-, me negué a asistir a celebrar oficialmente las
Bodas de Oro, para mostrar mi descontento de haber sido jubilado
anticipadamente y sin ninguna notificación anterior ni explicación de ello, por
parte de ese Obispo; y no haber sido tratado debidamente en los últimos años
sacerdotales de mi vida.
La respuesta del obispado por esa mi ausencia en ese acto, fue
hacerse totalmente el sordo, y parecer no haberse enterado de ello, como si no
hubiera pasado nada. No recibí de nadie -ni del Obispo- una sola palabra para querer
interesarse por mi ausencia, y sobre qué es lo que había ocurrido. No hubo
ningún requerimiento; tampoco nadie se cuestionó posibles porqués de lo
ocurrido; hubo ausencia de palabras cercanas o de acercamiento. Al día
siguiente, siguió la vida diocesana normal. Había faltado alguien a la
celebración diocesana, pero no importaba: sería problema de él. Nadie se
interrogó nada, ni tenía por qué. Lo normal será que alguien no asista a esas
celebraciones. Y pensamos que nadie en su interior se haría ningún
interrogante. Como hacía años que lo hacían tan bien conmigo, nadie podía albergar
dudas interiores de comportamientos. No cabía aquí aquello de que si tu hermano
tiene quejas contra ti…Pero, por Dios, no pensemos aquí, en esas cosas; ni en
un posible reconocimiento de faltas en comportamientos, ni presentación de
excusas; y, mucho menos todavía, en la petición de perdón. Hubo silencio total,
y nada de intercomunicación. Y se dejó correr el tiempo, como ya había ocurrido
antes, sin ningún cambio por parte de nadie: con total ausencia de caridad episcopal,
y falta de acercamiento sacerdotal, quizá por miedo, en sacerdotes de la Villa
o naturales de aquí.
Pasando adelante de lo que acabo de decir, y queriendo
mostrar en buena parte la causa de tanto malestar, desasosiego y sufrimiento,
no puedo dejar de recordar a los lectores, que, sin hablar palabra conmigo,
Mons. Vicente Jiménez Zamora, en la "Guía Diocesana de 2005", pág. 55, nº 122, había encasquetado
a mi nombre, en Servicio Pastoral, la
palabra, JUBILADO, sin tener todavía la edad establecida. Y sin responder a mis
requerimientos, por escrito, quedé suspenso del ejercicio de mi sacerdocio 5
años antes de tiempo, con el daño espiritual, moral y sicológico consiguiente
para mi persona. Me han amargado así los últimos años de mi vida sacerdotal.
Pero, al cumplir los 75 años de edad -la edad
reglamentaria-, el 11 de enero de 2010, solicité la jubilación canónica al actual
obispo Gerardo Melgar, que me la otorgó oficialmente el 25 de enero de 2010,
"agradeciéndome los servicios pastorales prestados, como sacerdote de esta
Diócesis de Osma-Soria". Al menos se hacía justicia esta vez, al jubilarme
canónica, oficial y legalmente, a la edad establecida para todo presbítero,
desmintiendo la jubilación anterior de D. Vicente.
Ahora, sí podía ya entonar con justeza, el
«Nunc dimittis servum tuum, Domine, in
pace».